" De lejos la realidad "
Ella nota tu mirada y se sube el pañuelo. La ves pagar y salir de la cafetería, pero el camarero te trae tu ansiado café y te olvidas del tema. Tienes diez minutos para llegar a la reunión que te catapultará a la cima de tu carrera. Bebes el café a toda prisa, quemándote la garganta, y te encaminas a toda prisa hacia tu oficina después de dejar una buena propina.
Te sientes como en una nube, pero un grito te saca de tus ensoñaciones. Un hombre sale a todo correr de un callejón y se aleja calle arriba. Por supuesto, te acercas al callejón, pero un mensaje interrumpe tu camino. Es tu jefa, recordándote la hora, y vuelves a tu camino original convenciéndote de que lo has imaginado todo.
El resto es de imaginar: llegas a la reunión a tiempo, y consigues el ascenso; no en vano tu proyecto es perfecto para el desarrollo de la empresa.
No puedes estar más feliz, llamas a toda tu familia, a tus amigos. Pero cometes el error de encender la televisión.
No te apetece ver noticias, pero tu ciudad aparece en la pantalla sobre el número de víctimas de violencia de género. El callejón por el que has pasado apenas seis horas antes está acordonado y rodeado de policías y cámaras.
Al final de la calle, recortado sobre el rojo atardecer, revolotea un pañuelo de colores.
Marina Rodríguez Garrido
1º BACH. A
CARTA A MARIO
Lo peor vino después, cuando intenté defenderme, tu advertencia de que no te levantara la voz, no me la tomé en serio y me pegaste. Me conformé con un simple perdón, un abrazo y un no volverá a pasar. Pero me mentiste y como siempre yo, por quererte, te creí. Pero nunca lo cumplías y siempre se repetían las mismas cosas. Me quitaste toda la libertad que tenía y me has quitado un tiempo de mi vida, destrozándomela. Por tu culpa dejé de Salir: no te gustaban mis amigos. Por tu culpa, dejé de ver a mi familia y de hablar con la gente, por no decir, que tenía que vestir como tú me decías y donde y cuando tú querías. Y yo me callé, éste es mi segundo error: Tenerte miedo. Y no aceptar ayuda de nadie, pues debería haber hecho esto hace mucho tiempo. Te tenía que haber parado los pies a la primera vez que te pasaste de la raya y haberte dicho más de una vez que tú a mí, no me levantas la mano, ni me gritas, ni diriges mi vida, porque es mía y tú no eres quien para dirigirla. Tenía que haber sido más valiente y no dejar que me afectara nada de lo que me decías y no dejar que destruyeras mi autoestima.
Y tus escusas siempre eran “no volverá a pasar”, “lo hago por tu bien” o “lo hago porque te quiero”. ¡Todo mentiras!
¿Sabes una cosa? alguien que te quiere no te grita, alguien que te quiere no te obliga a hacer cosas que no quieres y mucho menos te pega.
También me dijiste que ibas a cambiar, también mentira, yo creía que lo harías, pero no era así. Por eso, ahora que no estás en casa, he hecho lo que deberían hacer, no solo yo, sino todas las mujeres que están siendo maltratadas, y como no tenemos la culpa de esto que nos está pasando, no guardaré silencio no quiero que acabemos siendo una de esas tristes noticias de telediario, de “mujer asesinada por su marido”, porque me niego a que terminemos así, a daros la satisfacción de haber conseguido hacernos daño.
He cogido el teléfono, he pedido ayuda y me he ido, dejándote esta carta para que sepas como me siento, aunque dudo que te interese, para que sepas que te van a detener y van a hacer contigo lo que te mereces.
Atentamente; Estela, ahora, una mujer libre que quiere ayudar a erradicar esta lacra.
Esther Yañez Melgar 4ºC
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